Arantxa Fernández, madrileña de 29 años, comparte un apartamento de poco más de 40 metros cuadrados en Madrid con su pareja, Rafael González, mexicano de 28 años. Él llegó a España en 2000. Los precios de la vivienda le parecieron caros. "Pero es que ahora son prohibitivos".
El suyo les cuesta 800 euros al mes. "Alquilado, claro", puntualiza Arantxa: "Si quieres comprarlo, olvídate, a no ser que te vayas a 50 ó 60 kilómetros de Madrid. En Guindalera, nuestro barrio, el metro sale entre 5.000 y 6.000 euros. Es un robo".
Arantxa y Rafael se las arreglan para vivir en 40 metros cuadrados "siendo muy ordenados para que quepa todo", explica la pareja, que está inscrita en la bolsa de alquiler de la Comunidad de Madrid, "donde sólo te ofrecen cuatro pisos que son un asco".
Para que bajen los precios, Rafael apuesta por aplicar un impuesto a los pisos vacíos -"porque es injusto que haya tantos cuando tanta gente no encuentra casa"- y por seguir saliendo a la calle para reclamar una vivienda digna. "Ahora está de moda que no haya sábado sin manifestación, Ésta, al menos, es sensata".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 25 de marzo de 2007