Fue, más que una nueva sesión del juicio, todo un campeonato de testimonios de cargo contra el montaje que comenzó la mañana del 11-M y que sus promotores siguen intentando, aprovechándose de lo que Guy Debord llamaba la sociedad del espectáculo, mantener en pie al día de hoy.
La fiscal Olga Sánchez y su equipo saben desde ayer que la resistencia y la tenacidad compensan. Porque jornadas como ésta serán claves en el relato de hechos probados de la sentencia del tribunal. Manuel García Rodríguez, Manolón, finalizó ayer su declaración como había comenzado. Esto es, desenmascarando a José Emilio Suárez Trashorras. El héroe de los autores intelectuales de la teoría de la conspiración, que ha declarado a bombo y platillo en septiembre pasado que el 11-M tuvo lugar un golpe de Estado en España -quizá esta frase formaba parte de lo que el se mostraba dispuesto a "cantar" si le pagaban, según decía a sus padres desde la prisión-, no tenía ninguna duda de quiénes eran los autores el 12 de marzo, de acuerdo con varios testigos. Trashorras dijo que habían sido los "moritos".
A la luz del testimonio de G. M. V., El Gitanillo, es evidente que nadie mejor que Trashorras podía saberlo. Porque fue el ex minero quien aprovisionó de explosivos a la banda de Jamal Ahmidan, El Chino. Sin su cooperación la obra del 11-M difícilmente se hubiera consumado.
Un comisario de la Unidad Central de Información Interior de la policía que viajó a Asturias tras el atentado y que participó en el primer interrogatorio de Trashorras confirmó que el ex minero se había "emperrado" en que "los moritos" eran los autores y que el ex minero nunca habló de la relación ETA-islamistas.
Pero mira por dónde este comisario dijo que hacia las 15.00 del 11-M la policía ya tenía "sospechas bastante firmes" de que el terrorismo islamista estaba detrás de la matanza. Añadió que "no recibieron instrucción" de sus superiores sobre cómo debía orientarse la investigación. El problema de la mañana del 11 de marzo de 2004 no es que el Gobierno cursara instrucciones a la policía para que orientaran la investigación hacia ETA. No. El problema fue otro: el Gobierno de Aznar se convirtió en una maquinaria de comunicación para difundir que el atentado había sido cometido por ETA cuando en la investigación no aparecían pistas sobre ETA, y mantuvo esa versión cuando ya en la tarde del 11-M surgieron indicios de que podía ser un atentado islamista radical. Sí, fue propaganda. Porque, ¿qué otra cosa es emitir una misma película sobre ETA -Asesinato en febrero- en Telemadrid el viernes 12 y en TVE el sábado 13? Propaganda pura y dura con la esperanza de obtener la mayoría absoluta el 14-M.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 28 de marzo de 2007