Ronaldo cerró el partido con un zapatazo desde fuera del área. En su línea. Recibió de espaldas al área un pase de Kaká, pisó el balón, se giró y remató sin dar tiempo a la defensa de acomodarse. El balón describió una parábola tensa, de 30 metros, y se incrustó pegado al larguero, fuera del alcance del portero. Fue su quinto gol en diez partidos con el Milan. Lo metió como acompañando su pronóstico, cuando dijo en La Gazzetta dello Sport, el domingo, que volvería a ser el rey: "El año que viene seré el mejor del mundo".
A sus 31 años, Ronaldo quiere seguir siendo Ronaldo. Por lo visto ayer en Messina, donde el Milan se impuso por 1-3, el Madrid cometió un grave error al dejarle marchar. Gracias a su contribución, el Milan se ha metido en puestos de Liga de Campeones. No sólo por cómo juega, y por los goles que ha hecho, sino porque desde su llegada cambió el estado anímico del club.
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El Milan tiene 50 puntos, 21 menos que el Inter, que es el líder. El equipo de Berlusconi se recupera con grandeza del hundimiento de la temporada pasada. Comenzó castigado con ocho puntos menos debido a su implicación en el escándalo de amaño de partidos. Ahora es el cuarto clasificado. Y está en semifinales de Champions.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 16 de abril de 2007