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Director de museo y crítico taurino

Pese a su silencio a la hora de publicar, Javier de Bengoechea se mantuvo activo en la escritura poética entre 1960 y 1985, y también en su trabajo como crítico de arte y taurino que sí ve la luz en la prensa local. Su profundo conocimiento de la Historia del Arte le llevó en 1976 a la dirección del Museo de Bellas Artes de Bilbao. "Fue un momento de plenitud, porque pasé de trabajar para la Asociación de Consignatarios de Buques a mantener una nueva ocupación (sin dejar la abogacía) en un asunto que me apasiona como es el arte. Una especie de milagro", dice.

Hasta 1984, cuando sale del cargo por motivos ajenos a su gestión, Bengoechea impulsa la que es una de las mejores pinacotecas españolas y la pone al día. El problema era la escasez económica de las dotaciones de Diputación y Ayuntamiento. "Luego vino el Concierto Económico y cambiaron las cosas", apunta con una humildad que no aceptan quienes conocieron su labor al frente del museo del parque de Doña Casilda. Sin ir más lejos, Bengoechea, expuso por primera vez en Bilbao como merecía la obra del pintor Agustín Ibarrola, "que era un proscrito del viejo régimen", explica.

Como reflejan los titulos de sus poemarios, Pinturas y escrituras y Fiesta Nacional, el ganador del Adonais en 1955 también tiene otras pasiones: además del arte, los toros. El aficionado recordará las crónicas que hasta hace unos años firmaba en El Correo bajo el seudónimo de Tabaco y oro, con dibujos de García Campos. Y en este campo, como en el resto, la discreción y el gusto por el anonimato. "Yo frecuentaba muy poco el ambiente taurino, no he conocido a ningún torero ni a ningún ganadero; y, menos, la crítica, que ha sido un poco como el patio de Monipodio".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 16 de abril de 2007