Todos son extremadamente guapos, ellas y ellos. Tanto que los padres y las hijas, las tías y las madres, las monjas y los pobres (relevantes en el guión) parecen casi de la misma edad, como personajes salidos de una fábrica de seres perfectos. Inverosímiles. Eso se podría justificar porque la ficción generada por el cómic es así. Todo el mundo conoce la historia de El Zorro, pero la telenovela (Antena 3) lustra y hasta remata con una gruesa capa de barniz vitrificado lo más brilloso de la obra original de Johnston McCulley, publicada por primera vez en 1919. Viene bien recordar esa fecha porque el Robin Hood estadounidense -y también latino, o viceversa- se nutrió de ideas maniqueas y prejuicios normales en la época, sin olvidar la elemental justicia social practicada por el héroe. La telenovela es fiel a ellos. Dos ejemplos extraídos de los primeros capítulos. El comandante Montero comenta: "Esos gitanos son como animales". El gobernador Sánchez de Moncada, por su lado, amenaza: "Juro que voy a acabar con todos esos salvajes", refiriéndose a los indios californianos. Está claro que ambos personajes son los malísimos de la serie.También hay malísimas y buenísimas, muchos besos apasionados, citas clandestinas, lágrimas, amores imposibles, atroces injusticias y torturas medievales. Bueno, todo el mundo conoce la historia de El Zorro.
Entonces, ¿a qué viene, a estas alturas, volver a contarla? Aparte de las emociones primarias que despierta -sexo, aventura, violencia, justicia...- y una puesta en escena muy Disney, debe haber alguna otra intención subliminal. De momento, el tema de la belleza corporal es el escaparate de la telenovela. Hay merchandising. La web de El Zorro incluye los peinados, vestidos, escotes provocativos. Vende fantasías, glamour. Permite al espectador meterse mucho más en la ficción que cualquier otro medio. Todas las series de éxito tienen hoy extensiones en la red. En seenon.com se venden trajes iguales a los usados en Anatomía de Grey o Mujeres desesperadas. Y es que hoy, además, todos podemos ser un poco más zorros o zorras. Un ideal.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 25 de abril de 2007