A la memoria de mi hija Mariella, de mis hermanos
Alfonso y Mario, y de mi prima Ernestina
Los queridos viajeros flamantes ya partieron
Con la prisa del rayo hacia el más allá oculto,
Donde quedarán para siempre,
Y uno a uno se fueron precipitadamente,
Hundiendo hasta las cejas en las mayores penas
A quien vive entre muerte y muerte.
Pues con esta partida múltiple le han quitado
La porción terrenal de fuego y agua y aire,
Que tanto le costó tener,
Y si bien todavía entre el cielo y el suelo
Junto a flor, piedra y ave vivitos totalmente,
Piensa sólo en los que se han ido.
Y aquellos que allá se hayan lo recuerdan igual,
O tal vez mucho más (que así lo conjeturo)
Por haber cada cual al fin
Nunca más terrenales, mas sí divinas mientes,
Que desde allá de arriba abajo lo iluminan
En su restante tiempo humano.
En verdad que le queda poco al sobreviviente,
En el centro del globo sublunar todavía,
Memorizando a fondo aquí
Los días cuando estuvo codo a codo con ellos
Justo desde la cuna mañana, tarde, noche,
Y ahora en pos de lo invisible.
Telepatía sí por entre las estrellas,
Que quien se quedó acá no deja de pensar
En los que no volverán nunca,
Y tampoco se olvidan estos de aquel que se halla
Pendiente a cada rato de sus amados seres,
Aunque en el redor no se encuentren.
Ligados mentalmente el uno con los otros,
Más que ayer cada cual en cuerpo y alma cerca,
Tal los árboles en un bosque,
Y entonces mucho menos entre ellos se pensaban,
Que hoy como fuego y agua por suerte es diferente
Merced al gran recuerdo mutuo.
Es increíble cosa el no haberse acercado
En el antaño dulce con una mente única,
Que entre sí se olvidaban siempre,
Y en vez ahorita mismo cuán recíprocamente
Más y más recordándose, oh Dios, que todo es uno,
Allá, acá, y viceversa. Amén.
Carlos Germán Belli (Lima, 1927) es autor de libros como El alternado paso de los hados (Pre-Textos) y Sextinas, villanela y baladas (Visor).
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 28 de abril de 2007