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Necrológica:EN RECUERDO DE FERNANDO GUTIÉRREZ

Eficacia y cortesía

Fernando Gutiérrez Sánchez (Lugo, 1922-Madrid, 2007), quien fuera durante muchos años jefe del Gabinete de Prensa de la Casa del Rey, falleció días pasados a los 84 años de edad. Licenciado en Derecho, era técnico de Información y Turismo como funcionario de carrera en la Administración, fue director de Televisión Española, consejero de la Embajada de España en París y en la misión española ante las Comunidades Europeas. Políglota y con gran sentido del humor, era respetado por todos los medios de información, dada su personalidad y buen hacer.

A comienzos de los setenta Le Monde publicó una nota inusual. Daba cuenta del cese en sus funciones del consejero en la Embajada de España en París, Fernando Gutiérrez, "cuya eficacia y cortesía son altamente apreciadas en esta casa". Semblanza ajustada y en la que se adivina la precisión de la pluma de André Fontaine, director muchos años del prestigioso diario y a quien unía una buena y amistosa relación con el alto funcionario español.

Era un juicio certero y un homenaje justo a un trabajo bien hecho en tiempos complicados por un hombre que habitaba la literatura y la cultura francesa con conocimiento y sensible percepción. "He vuelto otra vez a Montaigne", se le oía repetir sobre los años. Sus juicios durante el famoso Mayo de 1968 fueron de especial interés y en ellos aparecía más la Francia que quería seguir viviendo a la francesa que el entusiasmo de una revolución por otra sociedad.

Años antes fue profesor de Antropología en una universidad de Canadá, y al regresar a España, director de Televisión Española, y de nuevo consejero en París y luego en la Misión de España ante las Comunidades Europeas.

Eficacia y cortesía, dominio acabado del francés e inglés, rica observación de la vida con una vital raíz gallega, le llevaron a encargarse de la prensa en la Secretaría de la Casa del Rey en los años determinantes de la transición a la democracia, y ésa fue larga etapa final y cumbre de una dilatada función pública.

Apenas confesaba preocupación por su enfermedad y hacía protestas de distanciamiento hacia la política española y preferencia por la poda de los árboles de su casa de San Vicente en Lugo.

Dueño de una dialéctica precisa y anclada en la razón de lo real que defendía, en su caso, con un punto de sorna mordaz propia de su tierra. Hombre de sí propio y ajeno a focos, también crítico certero de muchas apariencias y pretensiones vacías, tenía una mente libre e inclinada al bien incluso ante las maniobras de los intereses ajenos. Su vida familiar, bien centrada en su esposa Simone y en sus hijos, Juan y Javier, se prolongaba hacia sus nietos y extendía a sus hermanos.

Ahora se abre, para sus amigos, un silencio que sucede a muchas conversaciones sinceras y para la verdad. Fernando Gutiérrez pertenecía a ese puñado de hombres coherentes y de criterio que hacen habitable un país. Una válida lección de eficacia y cortesía en el trato profesional y para quienes estuvimos en su afecto.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 10 de mayo de 2007