El Ayuntamiento de Milán, gobernado por una coalición conservadora encabezada por Letizia Moratti, miembro de Forza Italia, va a enviar a 4.000 padres de la ciudad, con hijos de entre 13 y 16 años, un test para que averigüen si sus vástagos consumen drogas. El examen es gratuito y sencillo de aplicar; basta una muestra de orina. Para los padres angustiados por los peligros que acechan a sus hijos adolescentes, una prueba de estas características constituye una gran tentación. Significa descartar o confirmar sospechas, respirar aliviados o disponer de tiempo para tomar decisiones y poner remedios.
Pero el fondo de la disposición, criticada por toda la izquierda italiana, es una respuesta perversa a problemas complejos que no se resuelven -en muchos casos se agravan- con la detección y el tratamiento o represión del adolescente. Por ejemplo, la conversión de los padres en espías y los hogares en una sucursal de la comisaría de policía; o el riesgo de que las relaciones entre padres e hijos se envenenen a causa de esta versión casera del control antidoping.
Pero este insólito servicio municipal contiene dos perversiones más peligrosas todavía. La primera es que traslada la vigilancia al consumidor más joven cuando el interés de cualquier ayuntamiento -y familia- en esta materia debería ser la acción educativa que provoque entre los adolescentes el rechazo de las drogas.
La segunda es que no se debe poner en manos de las familias un instrumento de coacción, aunque sea de libre aplicación, si además no se ofrecen respuestas claras a cuáles serán las consecuencias prácticas de su uso. ¿Qué recomienda el ayuntamiento milanés que debe hacerse con los jóvenes que den positivo? ¿Dispone de medios el municipio de Milán para ayudar a los padres que lo soliciten?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 12 de mayo de 2007