Los niveles de pobreza y necesidad que sufre la población egipcia se palpan en cuanto el viajero se atreve a desviar su ruta del itinerario marcado por el correspondiente "paquete" de la agencia de turno. Da la sensación de que la población se encuentra permanentemente en el límite justo entre no morir de hambre o desesperación y no llegar a encontrar un amparo en la rebelión o revolución que a duras penas no explota en el país de los faraones.
Miles de personas se encuentran encarceladas sin juicio previo o con procesos judiciales muy dudosos. Últimamente, se han conocido algunos testimonios que revelan los malos tratos y torturas que se reciben en las cárceles de Egipto, sobre todo a los Hermanos Musulmanes -única fuerza política que le mueve un poco el sillón al faraón. En las primeras tres provincias escrutadas en las últimas elecciones presidenciales, éstos ganaban a Mubarak. La reacción de éste: paralizar el proceso electoral e iniciar una represión sin límites contra simpatizantes y afiliados al partido islamista.
Quien hoy día siga sosteniendo que Hosni Mubarak representa una democracia en un país árabe es que vive, al menos, en el último planeta "habitable" descubierto. Pero Occidente calla, con EE UU a la cabeza. La "tranquilidad" de Israel tiene un precio. Y entre otras, como la palestina, la población egipcia la paga día a día con una indigencia generalizada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 12 de mayo de 2007