Me considero un ciudadano que cree en la necesidad de participar en la vida política, y nada mejor para ello que ejercer mi derecho al voto. Consciente de que no iba a estar en Madrid el día de las votaciones, solicité votar por correo según el plazo establecido. Hice la correspondiente solicitud el día 30 de abril de 2007 en la oficina de correos más cercana a mi domicilio.
A día de hoy no he recibido las papeletas del voto ni notificación alguna. Mis intentos por solucionar el problema me han llevado a entrar en El Castillo de Kafka en versión telefónica: del Ministerio del Interior me remiten a la Junta Electoral, de ésta me remiten al teléfono de Correos, después de muchos intentos de Correos, me piden un código y me remiten a la oficina del Censo Electoral. El teléfono del Censo Electoral está permanentemente comunicando.
El protagonista de El Castillo, conocido solamente como K., lucha para poder acceder a las misteriosas autoridades de un castillo que gobierna el pueblo al cual K. ha llegado a trabajar como agrimensor. Oscura y a ratos surrealista, la obra trata sobre la alienación, la burocracia, y la frustración, aparentemente interminable, de los intentos de un hombre de oponerse al sistema.
Así me siento yo al no poder votar por correo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 23 de mayo de 2007