En la televisión, al contrario de otros medios, no es patriótico comparar. Si como decía Oscar Tusquets en un estupendo libro todo se puede comparar, empezando por las arquitecturas y acabando por cualquier cosa o mercancía de la globalización (y eso es la globalización: comparar sin fronteras), no entiendo por qué nuestros artefactos televisivos sólo pueden cotejarse entre sí, como competencia entre productos internos brutos y se considera de mal nacidos extender la comparación a obras extranjeras. Esto es lo que pensaba el jueves por la noche haciendo zapping entre los estrenos de TVE, Antena 3 y Canal +. Comparaba guiones, fotografías, actores y realizaciones entre las dos series españolas de estreno (El internado y Como el perro y el gato), pero me negaba patrióticamente a las comparaciones odiosas con la serie que en aquel mismo prime time me estaba seduciendo, el Studio 60 de Aaron Sorkin.
Era obvio y sobre todo saltaba a la vista que entre el vídeo basura de la serie de Arturo Fernández, que nos remontaba a la prehistoria del Ente, y la alta definición digital de El internado no había careo posible. Eran vídeos, series y texturas (Delclós) de siglos muy distintos. Pero la verdadera comparación de la ficción de Antena 3, o de Globomedia, había que hacerla con Studio 60. Y no sólo porque estaba rodada estilo cine moderno, como todas las grandes series, en celuloide lirondo, cámara en mano, iluminación de set o "noche americana", en lugar de esa terrible fotografía de plató de un solo uso. Y con los mínimos efectos digitales, por favor.
Esas series norteamericanas que jubilan las ficciones cinematográficas están realizadas, excepto Mujeres desesperadas, en riguroso formato cine y en los mismísimos estudios de Hollywood. Ese rodar en vídeo, sea o no de alta definición, es justamente lo que nos obliga a odiosas comparaciones antipatrióticas. Y si no, pregúntenle a Chicho Ibáñez Serrador, el autor de La residencia, la referencia de El internado, por las distinciones atmosféricas entre el cartucho de vídeo y el rollo de celuloide, entre set y plató.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 27 de mayo de 2007