Pedro Beltrán era un sabio del cine y de los toros. El guionista por excelencia del cine español. Rafael Azcona, aparte. Pedro, amigo y consejero de cuatro toreros excepcionales: Antonio Bienvenida, Pepe Luis Vázquez, Julio Aparicio y Paco Camino. Su gran sabiduría taurina era apreciada noble y lealmente por estos toreros de leyenda. Pedro Beltrán, como tantos, intentó ser torero. Actuó en festivales con las máximas figuras. Con el capote, tenía la gracia alada de Pepe Luis; la naturalidad de Bienvenida; el poder de Julio Aparicio; la hondura de Paco Camino.
Pedro, catedrático en ciencia taurina, guarda en su memoria a dos toreros de culto: Rafael Ortega y Pepe Bienvenida. Rafael Ortega, el torero sabio de la Isla de San Fernando, Cádiz, paradigma del toreo puro. Sensacional con el capote. Muletero de enorme calidad toreaba con la verdad -el corazón- por delante. Hondo y profundo como el cante de su tierra. A la hora de matar, en la suerte del volapié, insuperable.
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Pedro Beltrán ha firmado tres obras maestras del cine: La vaquilla, dirigida por Luis García Berlanga; El momento de la verdad, del italiano Francesco Rossi, e interpretada por Miguel Mateo, Miguelín, aquel torero loco, raro, único e irrepetible; y El monosabio, del norteamericano Ray Rivas, con la rejoneadora Antoñita Linares y un otoñal José Luis López Vázquez, el genial actor con nombre de torero.
Cine puro. A Beltrán no le han dado la Medalla de las Bellas Artes, ni el Goya; ni nada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 4 de junio de 2007