Comprendo y comparto la desolación de los Amigos de Vicente Aleixandre, expresada en su carta al director del domingo 27 último, al no poder conservar la casa del admirado premio Nobel. Sabemos que la savia de nuestra sociedad es el cemento, y por consiguiente caminamos hacia la petrificación. Entre tanto hemos alcanzado niveles ínfimos de sensibilidad. Me llegan noticias de un próximo derribo del pabellón Bernardo Giner y de un árbol centenario inmediato, pertenecientes al patrimonio de la antigua Institución Libre de Enseñanza. El nombre del pabellón procede de su proyectista, arquitecto que alcanzó gran prestigio con sus construcciones escolares de los años treinta. Ello se trata de justificar con la construcción de un nuevo centro de enseñanzas pedagógicas que supuestamente enaltecería la memoria y los logros de la ILE, cuyos escasos recuerdos materiales están amenazados por estas destrucciones previas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 4 de junio de 2007