Ni a Degas, ni a Toulouse-Lautrec, ni a Matisse, ni, por supuesto, a Picasso les pasó desapercibido el revolucionario potencial modernizador de quien, críticos y profesores, consideraron un académico trasnochado. Me refiero a Jean-Auguste-Dominique Ingres (1780-1867), ante el que todavía hoy los "académicos modernos" muestran desconcierto. No así los artistas que, antes o ahora, le siguen mirando, se llamen Lucien Freud o, para el caso, Mona Kuhn (São Paulo, 1969), joven artista brasileña que vive y trabaja en Los Ángeles, que se ha fijado en el maestro francés para plasmar fotográficamente el grácil desnudo de adolescentes, aunque ella ya no necesite emplazarlas en ningún mítico serrallo oriental, sino que recoja el pálpito de su turbadora belleza en flor a partir de su entorno particular. Esta forma de afrontar la realidad directamente es un signo del cambio de los tiempos, pero lo más relevante de la observación de Mona Kuhn es cómo ha comprendido que hoy preservar la sensualidad de lo evidente exige un distanciamiento velado. De esta manera, filtrando la carnalidad con sutiles luces y colores, o, lo que es lo mismo, pictóricamente, mantiene en suspenso la dimensión vitrificante de la fotografía y la punzante desazón del sexo; en suma: lo que simultáneamente te llama y te aleja de la realidad. Esta actitud de Mona Kuhn tiene que ver mucho con el tema de la provocación adolescente, que se emplaza en la tierra de nadie que separa la infancia del mundo adulto, asunto que ha fascinado a escritores y pintores del siglo XX, como Nabokov, Grombrowicz o Balthus, pero la peculiaridad de esta artista brasileño-estadounidense es cómo compositivamente embute los palpitantes desnudos en el claustrofóbico espacio de un actualizado Baño turco y cómo, a su vez, integra en la escena plasmada el voyerismo del espectador.
MONA KUHN
'Evidence'
Galería Estiarte
Almagro, 44. Madrid
Hasta el 10 de julio
Por lo demás, en esta sutil
cuerda floja donde trata de equilibrarse Mona Kuhn, el acechante peligro es que caiga en la complaciente sensualidad de una fotografía erótica de lujo, aunque, por el momento, salve el escollo mediante la evidencia testimonial de lo cotidiano, el lecho donde se fraguan, como pueden, los deseos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 16 de junio de 2007