La escultura y el coleccionismo conforman los dos grandes ejes de las exposiciones del Museo Frederic Marès. En busca de otros modos de acercar su patrimonio al público, la entidad barcelonesa ha iniciado una nueva línea expositiva. Consiste en ofrecer los fondos del museo a la contemplación íntima, privada, de un creador, con la intención de que los recree para el público. De modo que las piezas reluzcan bajo una doble mirada de artista, la del autor original y la de quien realiza su personal lectura. Domi Mora (Barcelona, 1963) ha sido el primero en aceptar el reto. Lo ha hecho con una serie de retratos fotográficos de tallas religiosas que se expondrá en el museo hasta el 3 de febrero de 2008 con el título de Mirada endins.
Pilar Vélez, directora del Marès, destaca que no se trata de una exposición de fotografías de las piezas del museo, sino de una lectura de estas obras hechas desde "la emoción". El autor ha reinterpretado las tallas medievales en unas imágenes que, como él mismo explica, le han conducido por un camino complejo, "un viaje a través del tiempo para tratar de acercarme a ellas sin barreras culturales". Mora señala que para poder completar este encargo, en el que ha invertido dos años, se tuvo que enamorar previamente de cada una de las piezas fotografiadas. Aunque añade que no le fue difícil porque desde pequeño siente una atracción especial por el Marès, al que ha vuelto ahora con la mirada sensible que le concede su condición de antropólogo y fotógrafo.
El espíritu de las tallas
La idea que ha guiado el proyecto ha sido la de intentar conectar con el espíritu con que las tallas fueron creadas, recuperar el sentimiento que, especialmente en su origen, pero también a lo largo del tiempo, ha despertado su contemplación.
Para traducir estas impresiones en imágenes, el fotógrafo ha utilizado distintas técnicas, especialmente la doble exposición de un mismo negativo. Así fue como se aproximó a las vírgenes y, después, a las distintas tallas de Cristo crucificado. Ante éstos tuvo una intuición: juntó los encuadres del rostro doliente y de la región del tronco, y la suma le devolvió imágenes llenas de dramatismo con las que quiso captar la esencia de la encarnación y de la expiación a través del dolor. "Son unas fotografías muy duras", reconoce el autor.
La oscuridad de estas imágenes contrasta con la luz de la fotografía que cierra la exposición, un Cristo crucificado realizado con la cámara en movimiento. "La última imagen es la de la liberación, la ascensión, y busqué con la cámara esta idea de ingravidez", ilustra el fotógrafo. Él ha seleccionado personalmente las citas que acompañan las fotografías, y también las músicas que las arropan.
Esta nueva línea del Museo Frederic Marès, que se alternará con las dedicadas a escultura y coleccionismo, se traducirá en una exposición cada tres años.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 24 de junio de 2007