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Crítica:ZARZUELA

De la genialidad al desvarío

El Teatro de la Zarzuela de Madrid culmina su temporada que festeja los 150 años de existencia con un programa doble compuesto por un título prácticamente desconocido: Las bribonas, de Rafael Calleja, y una de las obras maestras del género: La revoltosa, de Ruperto Chapí. La representación ha hecho honor al dicho popular de que "nunca segundas partes fueron buenas". Pero, solamente por la recuperación de Las bribonas el esfuerzo ha valido la pena.

Dijo en cierta ocasión Alfredo Kraus que era más difícil resolver con solvencia una zarzuela que una ópera, y se basaba en las exigencias teatrales. Del espectáculo presentado anteayer sobresalen Jesús Castejón y Luis Varela. El primero por su dominio del estilo y su composición del personaje; el segundo, por una forma de decir casi olvidada.

En Las bribonas, la directora de escena Amelia Ochandiano encontró la atmósfera precisa, sobre todo por los logros en el trabajo con los actores. Una escena como la de los tientos con el cuarteto de beatas, el sacristán-pianista y Trini La Jerezana resultó antológica. Y los couplets, de tanta frescura. Fue una gozada. En cuanto a la siempre esperada La revoltosa, más vale que corramos un tupido velo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 24 de junio de 2007