Condensar en dos meses el trabajo de todo un curso no es tarea fácil. Israel Limón, licenciado en Biología, lo sabe bien. Desde hace nueve años se dedica a dar clases particulares. Antes, en los huecos que le quedaban durante la carrera. Ahora, a tiempo completo. Da lecciones a domicilio de todas las materias de Ciencias y de Inglés en Cádiz. Lo primero que inculca a sus alumnos es la importancia del tiempo: "O trabajan desde el primer día, o no hay nada que hacer. En verano siempre vamos apurados".
Muchos de sus alumnos son "listísimos, pero flojos". Algunos le previenen de que su empeño será en vano: "Me dicen que saben que van a repetir, así que apenas trabajan". Otros racionan sus esfuerzos: "Se centran sólo en las que tienen que aprobar obligatoriamente para pasar curso". En su agenda, cada verano, entre 12 y 13 alumnos. Algunos, veraneantes madrileños que tienen que estudiar en Cádiz mientras sus padres veranean.
Como sus alumnos, Israel Limón también se queda sin verano. Acaba de regresar de sus vacaciones: dos semanas desde que los estudiantes han recibido las notas hasta el primer día de julio. El año que viene, si aprueba las oposiciones a profesor de de Educación Secundaria, pasará su primer agosto sin cates ajenos .
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 1 de julio de 2007