Entre 1989 y 2003, el mar Aral redujo a la mitad su superficie "debido a los trasvases de agua de los ríos que confluyen para regar los cultivos de algodón", explicó en la jornada Technoteixits Cecilia Malvido, investigadora de la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido.
Para evitar este tipo de impacto ambiental, Malvido cree necesario producir donde se consume, con tecnologías que permitan realizar in situ el acabado del género; fomentar el empleo de nanotecnología cuyas moléculas repelan el polvo y el tejido no se arrugue, para reducir el gasto de agua y energía en planchados, o usar alternativas ecológicas a los derivados del petróleo con plásticos como el ácido poliláctico, derivado del maíz y que puede formar fibras biodegradables. Otras vías sostenibles, dice, son los cultivos de algodón orgánico, que crecen en ausencia de pesticidas y consumen menos agua de riego; o el lyocel, una fibra artificial procedente de la pulpa de la madera tratada con un disolvente químico no tóxico.
Otra manera de reducir el daño ecológico que producen los tintes químicos en el textil es el uso del algodón transgénico coloreado, opina Josefina Maíllo, ingeniera textil de la Universidad Politécnica de Cataluña. Este material todavía tiene poca penetración en el mercado, pero con él fabrican, por ejemplo, ropa vaquera sin tintes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 9 de julio de 2007