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Análisis:A LA PARRILLA

Y si los toros supieran...

¿Y si los toros supieran que les filman, que ya no son sólo los espectadores de la fiesta, sino lejanos telespectadores de todo el mundo los que asisten a sus forcejeos con la población que resbala en San Fermín? Cuatro ha multiplicado la esfera de los que los miran, despavoridos, cumpliendo un rito que Hemingway convirtió también en un símbolo de lo que él creía que era el carácter español. Si cuando Hemingway se fijó en los toros de Pamplona hubiera existido este espectáculo del peligro en directo, no se hubiera necesitado que el autor de Muerte en la tarde tocara el tambor literario a favor de tal espectáculo. Ahora la televisión lo multiplica todo; multiplica la sensación de peligro, pero también resta el peligro mismo: lo que se ve filmado, y en directo, como ha ocurrido en tanto suceso y en tanta desgracia, parece menos, como más fugaz.

Ahora los toros huyen despavoridos, mirados desde multitud de cámaras, y es como si se retratara una serie o un acontecimiento cuyo desarrollo ya es sabido; pasa -con las debidas distancias- con las carreras de coches, que parecen la repetición de otras carreras ya habidas, pero que siguen suscitando la emoción del resultado; en realidad ocurre con los partidos de fútbol, con los combates de boxeo, con los partidos de tenis, con todo lo que es susceptible de ser retransmitido. La expectación existe en función del resultado final; si ya se supieran los resultados, la gente no estaría tan pendiente del espectáculo; acaso ésa es la razón por la que no se ve tanto la santa misa, porque ya se conoce casi todo su desarrollo.

Antes, con la radio, uno se imaginaba qué estaban haciendo los toros, cuando los locutores nos decían las incidencias del recorrido; ahora los locutores siguen haciéndonos imaginar el peligro, esa dialéctica tremenda entre el toro y sus contrincantes, pero la televisión permite que desde el salón de la casa se vea hasta la melancolía cansada de los toros que acaban de despertar.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 13 de julio de 2007