Ha sido extraordinaria la expectación política y mediática generada por la dimisión de Rodrigo Rato como presidente del Fondo Monetario Internacional. Los diversos analistas divergen en qué gran empresa se pondrá a su mando; de lo que nadie duda es que, antes o después, volverá a ser opción a la cabeza de cartel del PP. A mí -que me perdonen los suyos- no me resulta fácilmente imaginable el aterrizaje de nuevo de Don Rodrigo en el sector privado español, donde su experiencia personal no fue aleccionadora, pero tampoco en el público ya que con su dimisión wasintoniana, a todas luces confusamente explicada, comete, sin terminar el mandato, una gran deslealtad hacia su país. Ahora, con flagrante extemporaneidad, nos suelta: "¡Ahí queda eso!" sin que quepa sustitución por un compatriota.
Mal, muy mal ha estado don Rodrigo Rato.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 17 de julio de 2007