Mijas, Torrelodones, Hellín, Algemesí... son algunos de los pueblos cuyos alcaldes se habían aprobado para sí mismos unos sueldos verdaderamente brutos. En lugar de enriquecerse de golpe, hay quien prefiere hacerlo poco a poco, que se nota menos y es legal. Lo triste del caso es que si la prensa no llega a hacerse eco de los atropellos a las arcas municipales, estos excelentísimos tipos seguirían llenándose los bolsillos regularmente cada mes (por partida doble en junio y diciembre) siempre, como digo, con el máximo respeto a la legalidad vigente. ¿Si la legalidad permite semejantes despropósitos, no habrá que reformarla? En una sociedad dominada por el culto al dinero, dejar estos asuntos en manos sólo de la ética, tal y como está de desvalida, la pobre, no parece ser una buena idea.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 17 de julio de 2007