"¿Tienes luz?" en vez de "Buenos días" como saludo. Y toneladas de indignación junto a la subestación del paseo de Maragall. "Estamos hasta la coronilla, es para que venga Zapatero y lo vea. Menos mal que tenemos recursos, porque es para liarla". Desde el restaurante de Pilar Gordillo se ve la instalación que el lunes ardió. No recuerda una situación igual a la que está viviendo. Pero las decenas de kilos de comida estropeada no le impidieron abrir La Queixalada del Marcelino. Los del estanco de al lado les facilitaron un alargo: luz para una bombilla en la cocina y la máquina del café que su hijo se trajo de casa.
Lleva razón Pilar cuando dice que recursos no les faltan a los vecinos de los barrios del Congrés y Camp de l'Arpa. Neus Estrada rescató de un altillo su balanza analógica para poder pesar fruta y verdura. Pero, ¿y el género del lunes que tuvo que tirar? Anna Elías, de la panadería más concurrida de la calle de Rogent, aprovechó el calor del horno para cocer pan durante la tarde del lunes. Pero en la madrugada del martes los panaderos estuvieron de brazos cruzados en el obrador. Ayer no hubo pan. Bueno, sí, pidió a un compañero del gremio barras para no dejar sin desayuno a las guarderías a las que sirve.
Sobra decir que a todos ellos, además de tocarles el bolsillo en sus negocios, el apagón les ha obligado a ducharse con agua fría, a subir escaleras, a no ver Ventdelplà, a cenar atún de lata... Nuria Vázquez también tenía en la nevera sus medicamentos para la diabetes. Con su vecina Esther se lanzaron a fotocopiar carteles convocando una cacerolada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 25 de julio de 2007