Casada con un anestesista y madre de un hijo que entonces tenía 10 años y ahora estudia en una universidad francesa, Nenova, de 41 años, siempre trabajó en el hospital de Sliven (este de Bulgaria). Tentada por los buenos salarios que se ofrecían en Libia, emigró en 1998, pero cuando la detuvieron ya tenía hechas las maletas para volver. Firmó que había infectado a los niños por dinero. En 2001, en el juicio, retiró su testimonio, que dijo era fruto de la tortura.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 25 de julio de 2007