Trini Martín es dependienta en un establecimiento de comidas preparadas situado en la calle de València. Justo delante de su tienda han instalado un ruidoso generador que ha convertido su lugar de trabajo en un infierno. "El ruido es insoportable, entra humo en la tienda y no se nota el aire acondicionado", se lamenta. Los clientes se ven obligados a gritar para hacer los pedidos porque el zumbido de la máquina impide una conversación en un tono normal. "Esto es una vergüenza, este ruido me dejará sorda", dice.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 7 de agosto de 2007