Esta vez la corriente no pudo ganar en su intento de jugar una mala pasada. Un niño israelí de ocho años pudo sobrevivir toda una noche expuesto a los vaivenes del mar Muerto. La alta concentración de sal de sus aguas -hasta diez más que la de un océano- permitió que el crío pudiera pasar seis horas flotando en la superficie y ser rescatado. Deshidratado y aterrorizado, pero con vida. El pequeño se encontraba con su padre y un grupo de correligionarios en una playa reservada para judíos ultra ortodoxos -que no se bañan delante de mujeres- cuando fue arrastrado mar adentro, sin que ninguno de los presentes se percatara hasta un rato después. Apareció a dos millas de la orilla, cuando los servicios de rescate habían perdido ya toda esperanza de hallarlo con vida.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 7 de agosto de 2007