Mientras la vicepresidenta del Gobierno de España, María Teresa Fernández de la Vega, y el presidente de la república de Honduras, Manuel Zelaya, brindaban con brebajes y cenas oficiales por los mejores destinos oficiales de ambos países, en su reciente viaje a la república americana, los ciudadanos y ciudadanas -sobre todo ciudadanas- españoles de a pie mendigan de puerta en puerta la consecución de los programas de adopción legal de niños de aquel país.
Son ciudadanos y ciudadanas que han hecho todos los expedientes formales y oficiales que requiere la ley, y son víctimas de los usos -cuando no abusos- y la demora de las instancias que rigen allí los trámites de adopción.
Me gustaría saber si nuestra vicepresidenta, en su viaje a Honduras, se encontró en la calle con alguno de estos ciudadanos españoles que tienen que padecer este calvario, entre el desamparo y la esperanza de poder salir de allí cuanto antes, y sin saber cómo resolver un trámite que es, en esencia, un acto de humanidad: dar mejor vida a un niño o niña de aquel país.
Queden estas palabras como denuncia de tanto impedimento, de tanta sinrazón, que supone un coste humano improcedente, incomprensible y absurdo, cuando nuestros conciudadanos llevan a cabo todos los trámites previos con el mayor de los rigores y responsabilidad. ¿Hasta cuándo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 10 de agosto de 2007