En época de fiesta mayor, Gràcia parece tener una doble personalidad. El sosias más juerguista del barrio asoma la cabeza de madrugada, cuando las plazas y las calles acogen farras improvisadas a ritmo de bongos que martirizan a los vecinos. Anteanoche no había ninguna propuesta festiva programada, pero Gràcia estaba ya abarrotada. Centenares de personas ocupaban calles estrechas como la del Progrés y plazas como la del Sol, donde la farra se alargó hasta pasadas las 4.30 horas. Allí hay instalada una carpa para evitar concentraciones masivas durante el programa de actos, pero espacio no falta en las escaleras y los accesos más próximos a la plaza.
En el distrito no quieren ni oír hablar sobre la posibilidad de desalojar las plazas a la fuerza -una estrategia que derivaba en batallas campales que lastraron la imagen de los festejos- y ya han acuñado un nuevo término burocrático: no se trata de desalojar, sino de "esponjar". El dispositivo de seguridad es amplísimo, pero la policía sólo actúa en casos concretos para eludir enfrentamientos multitudinarios con los remisos a abandonar el lugar. Resultado: los horarios oficiales de cierre de la fiesta -a las 2.30 horas los días laborables y a las 3.30 horas el fin de semana y vísperas de festivo- quedan en papel mojado, lo mismo que la ordenanza municipal del civismo. Como mínimo, en el apartado de "prohibido orinar en la calle". Las cabinas de lavabos que se instalan para estas fechas son insuficientes por el volumen de gente que acude a la fiesta mayor. Las papeleras, también. Gràcia se puebla durante la madrugada de botellones masivos que transcurren frente a la vigilante mirada de los mossos. Vigilante e intimidatoria, porque ellos mismos reconocen que no pueden hacer más al no tener la orden necesaria para desalojar la vía pública. Las quejas de los vecinos que sufren las consecuencias de esta permisividad caen en saco roto. Los parroquianos de estos jolgorios son en su mayoría jóvenes, entre los que figuran muchos turistas extranjeros, encantados con el estilo de vida mediterráneo. Como colofón, la policía aguanta con estoicismo provocaciones varias, como gestos obscenos y chascarrillos. Cosas, en fin, de las fiestas de Gràcia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 16 de agosto de 2007