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Crítica:FERIA DE MÁLAGA

La conmoción se llama Tomás

No es sólo su toreo, dramático, épico, y portentoso, sino su forma de estar en la plaza, su forma de andar y salir de la cara del toro, las pausas, los desplantes... Todo desprende una personalidad arrolladora que deslumbra y conmociona. Y el público se levanta de sus asientos, se sobrecoge y se transporta a otra galaxia taurina. Se arrima como un desesperado, torea en un palmo de terreno, los muletazos surgen largos y profundos, y el toreo aparece en toda su dimensión, deslumbrante, diferente, emocionantísimo... Así fue, al menos ayer en Málaga, ese fenómeno llamado José Tomás.

¡Qué tarde, Dios mío, de toreo grande, de valor intenso, de miedo, de júbilo, de pasión...!

Málaga lo recibió con una cerrada ovación al romper el paseíllo, y Tomás le devolvió el saludo con un quite al que rompió plaza de tres chicuelinas ceñidísimas que reventaron los tendidos. Volvió a lucirse a la verónica y por ajustada gaoneras en su primero, chico y con escasa fuerzas, al que recibió con la muleta por estatuarios. Se le coló de forma impresionante por el pitón derecho y el torero ni se inmutó. Tomó la izquierda y comenzó el toreo de verdad: naturales largos y ajustadísimos que derrocharon mando, quietud y temple. Con la suerte siempre cargada, metido de lleno en la faena, toda ella en el centro del ruedo, fueron cuatro las tandas de naturales inmensos, salpicados por molinetes, trincherillas y un kirikiki. Dos hondos ayudados, pura exquisitez, dieron paso a una estocada atravesada que redujo el premio a una sola oreja.

Cuvillo/Finito, Tomás, Cortés

Cuatro toros de Núñez del Cuvillo, justos de presentación, blandos y nobles; y dos de Gavira: el 3º, chico, inválido y noble, y el 4º, muy soso. Finito de Córdoba: estocada baja (ovación); dos pinchazos, casi entera y descabello (silencio). José Tomás: estocada atravesada (oreja); pinchazo y estocada (oreja). Salvador Cortés: bajonazo _aviso_ (ovación); media baja (ovación). Plaza de la Malagueta. 18 de agosto. Undécima corrida de feria. Lleno.

Pero no había acabado la odisea de José Tomás. Volvió a colocarse el capote a la espada en el quinto, citó por gaoneras, y sufrió una tremenda voltereta que puso a todos el corazón en un puño. Ese toro tenía un punto de violencia y pronto lo cantó. Ya estaba Tomás con la muleta en la izquierda y había dibujado una tanda de extraordinarios naturales. Pero en la segunda lo volvió a enganchar, lo volteó de fea manera, lo persiguió en el suelo y le lanzó un gañafón al cuello que le robó limpiamente el corbatín. Cuando parecía que había cornada grave, el torero se levantó maltrecho, con la boca ensangrentada, tomó la espada y, después de un pinchazo, dejó una estocada en todo lo alto que le valió una oreja. La plaza respiró, por fin, después de tantas emociones.

Quedó claro que José Tomás es un torero diferente, que expone tanto que explica con claridad por qué un día se retiró a descansar. Parece incomprensible que un corazón humano aguante esas palpitaciones. Quien quiera verlo, que se dé prisa...

Finito de Córdoba fue el torero frío, precavido y con gusto de tantas tardes. Le costó un mundo intentar levantar el vuelo ante su noble primero y no lo consiguió. Cuatro derechazos y dos naturales en el contexto de una faena larga e inconexa. Tiró líneas ante el soso quinto y pasó desapercibido. Lo intentó de verdad Salvador Cortés, pero su primero, de exquisita nobleza, no brilló como se esperaba, y se la jugó sinceramente ante el violento sexto.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 19 de agosto de 2007