Al calor de la campaña del Gobierno de España para rescatar el nombre de nuestro país, me ha gustado la carta que, aplaudiéndola, ha escrito el señor Taracena [publicada el pasado 24 de agosto]. Quizá el haber nacido en Cataluña, haber vivido largo tiempo en Andalucía y en el exilio, y residir ahora en Madrid, me hayan hecho comprender mejor su variedad y apreciar su unidad; siempre me pareció ridículo, y peor, la insistencia en rechazar el mencionarla por su nombre, y llamar a España "Estado español", incluso por quienes decían ser del PSOE y PCE, y no del PSOEE y PCEE.
Pero, para ser sincera y eficaz, nuestra reivindicación de la España de todos no debe caer en sectarismos de intereses partidistas, que provoque el rechazo de otros. Y esta manipulación no se da sólo, aunque sea la más elaborada y consciente, en la derecha política.
No se puede equiparar, sin más, el valor y permanencia del nombre de nuestro país al de un himno o bandera, que de hecho han cambiado más de una vez a lo largo de la historia de España. Y, menos aún, se puede poner al mismo nivel de "España" un sistema político como la monarquía.
Juguemos limpio, a derechas y también a izquierdas, con nuestra España.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 26 de agosto de 2007