La voz de Manuel de Benito no presagiaba nada bueno. Su llamada rompía la atonía estival con una noticia luctuosa, absolutamente inesperada: Emma Penella ha muerto.
Tal vez yo no sea el más indicado para hablar de ella. Su larga y fructífera labor cinematográfica hallará, sin duda, mejores glosadores. Pero sí acierto a asegurar que era uno de los grandes animales del cine español, que traspasó barreras, y supo amoldarse brillantemente a muchos cambios de tesitura, desde su enorme belleza e impacto en su juventud hasta su madurez rotunda en talento y medidas. Sí quisiera recordarla en dos interpretaciones antológicas: La Busca y La estanquera de Vallecas. Antes y después su vitalidad, su voz pastosa, rota y profunda, y su gran profesionalidad bañó televisiones, cine y teatro.
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Y ahí sí puedo afirmar de primera mano que era una actriz de teatro de gran envergadura escénica. Tuve la suerte de dirigirla en la temporada 88-89 en Frank V, de Friedrich Dürrenmatt en el María Guerrero. No sólo su capacidad de trabajo, entrega y disciplina eran admirables. También el resultado final fue asombrosamente potente. Esa banquera heroinómana y asesina que junto a su marido conducía la gran banca como si de un negocio familiar se tratara, y que criaba y alimentaba a dos hijos-cuervos que acabarían matándola junto a Frank V, para abrir el negocio de la banca a la "aldea global", fue interpretada por Emma con una generosidad enorme y con una oscuridad cuasi shakesperiana: una poderosísima y gran interpretación.
Ahí nació una gran amistad (con Emiliano Piedra ya la habíamos cimentado anteriormente): su bondad, arropamiento, simpatía y ternura, hacían de ella una persona a la que apetecía querer. Muchas veces le ofrecí otras colaboraciones, pero el trabajo y la familia le impidieron que volviéramos a trabajar juntos.
Cada cierto tiempo me citaba para comer y esas reuniones eran realmente una delicia. Gran familia de actrices y gran raza interpretativa: no te olvidaremos fácilmente Emma. El paisaje se desdibuja un poco más con tu desaparición. Tu vigor interpretativo era el de una "gata montesa". Penella: te seguiremos queriendo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 28 de agosto de 2007