Uno de mis hijos padece una pequeña hernia umbilical. Este hijo mío no tiene, ni de lejos, la hernia umbilical de Amadú Mané Meta. Gracias a EL PAÍS veo su cara y no comprendo cómo un niño huérfano, de año y medio, puede representar un grave riesgo para la seguridad de la UE, en general, y española, en particular.
Parece ser que hay funcionarios capaces de conciliar el sueño pese al terrible dolor que padece este niño. Los europeístas de corazón no pueden respaldar esta infame "estrategia Maginot", de sellado de fronteras. Sólo en África hay más de 20 millones de niños huérfanos que debiéramos tutelar, porque nadie se preocupa por ellos. En Europa sobran recursos para sufragar ligas de fútbol desorbitadas, marinas repletas de yates utilizados un par de semanas al año. Podemos y debemos invertir eficientemente en minimizar el dolor, el hambre y la ignorancia.
Amadú volverá a jugar sin dolor gracias a EL PAÍS, no me cabe duda. Ojalá que todos los niños africanos como él, sin rostro ni identidad, dejen de ser números. Por puro egoísmo Europa debe comprender que no puede seguir siendo un parque geriátrico de maduritos ociosos. El peligro no son esos niños, sino nuestra soberbia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 2 de septiembre de 2007