Los alrededores de las localidades manchegas se han poblado de campamentos de inmigrantes rumanos y búlgaros que malviven en condiciones tercermundistas a la espera de que les ofrezcan trabajo en la vendimia. En Socuéllamos (Ciudad Real) hay dos de estos asentamientos. Uno de ellos se ubica a sólo cien metros del casco urbano, y acoge a unos cincuenta gitanos búlgaros que duermen dentro de grandes tinajas. Las familias se alimentan de la comida que les facilita la Cruz Roja. "Necesitamos trabajo, porque los niños tienen hambre", se quejan.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 16 de septiembre de 2007