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Reportaje:

Una historia de mafiosos

Cronenberg inaugura el Festival de San Sebastián con 'Promesas del Este', un 'thriller' con Viggo Mortensen

San Sebastián
El impecable mutismo de Viggo Mortensen, el buen hacer de Naomi Watts y el justificado histrionismo de Vincent Cassel arropan a la perfección la labor de David Cronenberg en su filme Promesas del Este, una dura historia del crimen organizado ruso en el exilio londinense con la que ayer comenzó la competición oficial en San Sebastián. El realizador y el protagonista brillaron en la gala inaugural, en la que el rumano Cristian Mungiu recibió el Premio Fipresci por su desoladora y espléndida película 4 meses, 3 semanas y 2 días. Entre las propuestas complementarias del festival destaca la exposición fotográfica dedicada a Francisco Rabal. Y Carlos Saura, otro referente del cine español, presentará hoy Fados, su última película.

El azar ha permitido que coincidieran ayer dos inauguraciones de muy distinto signo y consideración: un grupo de profesionales mayoritariamente vascos ha conseguido inaugurar el Festival Internacional de Cine de San Sebastián en su 55ª edición con un presupuesto de seis millones de euros y unas expectativas interesantes desde el punto de vista de la calidad de algunas de sus películas en la sección oficial a concurso y varios ciclos monográficos que suelen alimentar la voracidad de los cinéfilos. Ayer también se inauguró el reconstruido aparcamiento de la T-4 de Barajas, con un presupuesto de 24 millones de euros y dos víctimas mortales imposibles de reconstruir, destruido por un grupo terrorista vasco. Son dos formas de entender la vida: la búsqueda de la belleza y la inteligencia, de un lado; la muerte y la destrucción, de otro.

Promesas del Este, del inquietante David Cronenberg, con Viggo Mortensen, Naomi Watts y Vincent Cassel en los papeles protagonistas, inauguró el certamen. Un excelente thriller de mafiosos rusos en el Londres de hoy, realizado desde la ortodoxia narrativa de las producciones sólidas que miran a la taquilla sin mala conciencia y a la que el realizador añade sus toques personales: violencia descarnada y fascinación por lo mórbido. El canadiense Cronenberg (La rabia, Cromosoma 3, Inseparables, La mosca, Crash, Una historia de violencia y El almuerzo desnudo, entre otras) es uno de los escasos profesionales que han conseguido realizar una obra personal e integrarse al mismo tiempo en las leyes del libre mercado tan admiradas por Hollywood. Capaz de adaptar al cine una novela de J. G. Ballard o de William Burroughs, realizar una nueva versión del clásico La mosca o aceptar un relato de Stephen King como argumento.

Origen familiar

Es probable que su eclecticismo se deba, al menos en parte, a su origen familiar: hijo de una familia lituana y judía afincada en Toronto, de padre periodista y madre pianista (es la síntesis del viejo chiste "no le digáis a mi madre que soy periodista. Ella cree que toco el piano en un prostíbulo"), lo cierto es que su dedicación al cine se debió en buena medida a las ayudas del Gobierno canadiense y a su política de financiación cinematográfica basado en beneficios fiscales. Una ventaja añadida a su lugar de origen es que no ha tenido que soportar ninguna campaña de desprestigio de los medios de comunicación más reaccionarios y, paradójicamente, menos identificados con las raíces culturales nacionales tan propia de nuestros funambulistas de la opinión. En resumen: una excelente inauguración de un certamen con pocos medios y un evidente profesionalismo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 21 de septiembre de 2007