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Crítica:

Vampiros de pan

Desde el éxito de El extranjero loco (1997), el cine del argelino afincado en Francia Tony Gatlif se ha hecho un hueco en las salas españolas de versión original, adonde llega Transilvania, otra de sus arrebatadas road movies existenciales, caracterizadas por una preponderante presencia de la música, un espíritu rabiosamente libertario y una narrativa tan desequilibrada como hirviente. Como en Vengo (2000), Swing (2002) y Exils (2004), Gatlif se zambulle en el ambiente nómada y espontáneo de sus gitanos protagonistas, recurriendo con constancia casi suicida a las pausas musicales. Unos parones que provocan una inevitable desproporción expositiva, pero que ofrecen momentos de inesperada, casi apasionante rudeza narrativa. Gatlif, como sus personajes, no parece tener un plan preestablecido (o quizá ése sea su plan), y sus películas siempre llegan a un punto de cierto estancamiento, algo a lo que Transilvania no resulta ajena, sobre todo tras quedar sola su protagonista, a la intemperie en tierras de paupérrimos vampiros, sedientos no de sangre, sino de un trozo de pan que llevarse a la boca.

TRANSILVANIA

Dirección: Tony Gatlif. Intérpretes: Asia Argento, Birol Ünel, Amira Casar, Alexandra Beaujard. Género: drama. Francia, 2006. Duración: 103 minutos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 21 de septiembre de 2007