La lluvia, que acompañó en sus primeras horas a la gran cita artística de La Noche en Blanco, no fue obstáculo para que miles y miles de madrileños y visitantes se desplegaran por las calles de la capital. Fue una marea humana que se zambulló en otra marea de arte, música y propuestas escénicas. Este año, la calle era más protagonista que nunca, con edificios iluminados con signos y colores oníricos (en la fotografía, el Palacio de Correos a medianoche), pero las colas fueron inevitables.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 23 de septiembre de 2007