No puedo imaginar siquiera que a Carlos Jiménez Villarejo se le haya podido pasar por alto que no es lo mismo reproducir y exhibir la imagen de dos personas realizando el acto sexual (como dice en su artículo del día 21), que publicar una caricatura de esas mismas personas en idéntico trance. Si una revista publicase la imagen real de dos personas (príncipes o cocheros) ocupadas en tal menester, captada en un espacio privado, nadie dudaría de la gravedad de semejante conducta periodística.
El problema surge porque lo publicado no es una fotografía sino una caricatura. A diario vemos caricaturas de personas conocidas (patricios o plebeyos) realizando los más variados actos y nadie se escandaliza. La pregunta pertinente es: si la caricatura se refiere "al acto", ¿esa circunstancia, por sí misma, introduce la mancha de la injuria.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 29 de septiembre de 2007