¿Nos damos cuenta de que el adjetivo espectacular está sustituyendo paulatinamente a muchos otros que hasta hace poco se usaban en el lenguaje hablado y escrito? ¿Y de que estamos matizando numerosas frases con el adverbio absolutamente? ¿Se han vuelto tantas cosas absolutamente espectaculares o se trata de otro más de los signos inequívocos del empobrecimiento exponencial de nuestro lenguaje?
Una de las aristas más preocupantes de este problema es que a él contribuye notablemente el lenguaje oral y escrito de un contingente no desdeñable de los profesionales de la comunicación. Su labor no es inocua: la gente incorpora palabras, frases y modismos que ellos difunden. Ellos moldean en alguna medida el lenguaje que todos usamos. Y es grave, porque dicha incorporación no lo enriquece sino que reemplaza a muchos adjetivos y adverbios usados con anterioridad. El resultado final es la reducción del léxico y el empobrecimiento de la lengua. Diversas teorías indican que el lenguaje es expresión de ideas, y que cuando se manipula, éstas acaban siendo modificadas. Este empobrecimiento, unido al uso de un lenguaje políticamente correcto (que emplea figuras retóricas y excluye vocablos que pueden resultar ofensivos), puede moldear nuestras ideas. Desde un punto de vista cultural, estamos atravesando una etapa de preocupante regresión.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 7 de octubre de 2007