La Educación para la Ciudadanía en las escuelas españolas es ya una realidad desde este mes de septiembre. Podemos continuar instalados en un debate estéril sobre la intención de voto o el modelo sexual de los jóvenes del año 2020 (en función del grado al que "hayan sido sometidos" a los nuevos contenidos que propugna la nueva Ley Orgánica de Educación) o podemos ponernos a trabajar para que este nuevo proyecto sirva realmente para formar ciudadanos y ciudadanas conscientes y activos.
La Educación para la Ciudadanía es una oportunidad para poner sobre la mesa (en este caso, sobre los pupitres) temas que preocupan a la sociedad en general y que nos afectan a todos (la pobreza, el cambio climático, las desigualdades de género...). Y, como base para profundizar sobre estos aspectos, es preciso que los alumnos y alumnas sean conscientes de los valores morales y los fundamentos éticos que no sólo han inspirado los derechos fundamentales y constitucionales sino que permiten nuestra convivencia diaria.
Cada centro debe construir su Educación para la Ciudadanía a través de su propia metodología
Con la nueva ley podremos dar coherencia y agrupar contenidos relacionados con el desarrollo, los derechos humanos, el medio ambiente, la paz... Pero para que realmente los alumnos y alumnas sean conscientes de las injusticias sociales, conozcan cuáles son las herramientas para cambiar esta situación y actúen en consecuencia no podemos contar sólo con los conocimientos de una sola asignatura. Cada centro debe construir su Educación para la Ciudadanía (la ley es suficientemente amplia, y así lo permite) a través de su propia metodología, llevando a todas las áreas de conocimiento los problemas sociales y con un equipo docente formado para poder afrontar este reto.
No propongo una utopía; ya existen centros que, durante años, a través de las propuestas específicas de organizaciones ecologistas, pacifistas, de desarrollo... han construido este modelo y han hecho posible que los alumnos y alumnas vivan la solidaridad y el diálogo. Ello permite que los jóvenes tomen partido frente a la diferencia, que la entiendan como un factor de progreso y que actúen ante las desigualdades y la injusticia.
No apostar por las posibilidades que ofrece este nuevo marco normativo o limitarse a impartir de manera inductiva los contenidos mínimos a los que se está obligado por ley puede tener como resultado, en el mejor de los casos, crear "ciudadanos y ciudadanas" que conozcan sus derechos y deberes sin que necesariamente los ejerzan. Construir un modelo de Educación para la Ciudadanía, en el que la comunidad escolar se implique y que aborde problemas globales, un modelo basado en la deducción y la participación, contribuirá a crear ciudadanos y ciudadanas globales; alumnos y alumnas que sean personas y que contribuyan a la transformación de los aspectos injustos de la sociedad.
Ariane Arpa es directora general de Intermón Oxfam.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 8 de octubre de 2007