Un leve temblor de tierra sacudió en la mañana de ayer el Baix Llobregat. Eran las nueve y veinte minutos cuando el suelo empezó a moverse. El temblor se transmitió a todos los cuerpos en contacto directo o indirecto con el firme. Durante pocos segundos, jarrones, cuadros y pantallas de ordenador empezaron a traquetear. Miles de personas se quedaron paralizadas, aguantaron la respiración y agarraron el asidero más cercano que encontraron. Al instante, el temblor cesó sin más consecuencias.
Se trataba de un terremoto de 3,2 grados de la escala de Richter que tuvo su epicentro entre las localidades de Cervelló y Sant Vicenç dels Horts. Fue una leve sacudida que, sin embargo, fue percibida en casi toda la comarca del Baix Llobregat, en especial en los municipios de Vallirana, Molins de Rei, Sant Feliu y Pallejà, e incluso en algunas zonas de Barcelona y L'Hospitalet. Su intensidad fue tan baja que no causó daños.
El terremoto no alcanzó los dos segundos de duración, explicó Teresa Susagna, responsable de la unidad de riesgo sísmico del Instituto Geológico de Cataluña. "Lo que pasa es que la gente siente miedo en el momento del temblor y tiene la percepción de que ha durado más de lo que realmente ha sido". Susagna afirma: "donde más se nota es en los pisos altos, pero el temblor ha sido de tan baja intensidad que no puede haber causado ningún daño material. Si se ha roto algún jarrón es porque estaría mal colocado".
Susagna recordó que en Cataluña se producen tres o cuatro terremotos perceptibles por las personas cada año. La sismóloga afirmó que probablemente no haya ninguna réplica. "Las réplicas perceptibles sólo se producen tras los terremotos de una mayor intensidad", afirmó.
Beatriz Fontserè, vecina de Cornellà, se encontraba a punto de levantarse de la cama cuando notó que todo se movía. "Creía que me había mareado. Acababa de sonar el despertador y no estaba despejada del todo. Luego me enteré de que había habido un terremoto". Sin embargo, la fuerza del temblor fue tan baja que hubo personas que ni siquiera se enteraron. Maria Maneja, profesora de P5 en la escuela Estel de Molins de Rei, una de las localidades donde con más claridad se percibió, no notó absolutamente nada. "Ni me había enterado", afirmó.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 12 de octubre de 2007