Los premios en festivales dejan atónitos a algunos distribuidores españoles. "Van contra el público", comenta uno de ellos, "premian películas que la gente no va luego a ver", refiriéndose, entre otras, a la china Naturaleza muerta, que el año pasado venció por sorpresa en el festival de Venecia; a La boda de Tuya, también china, premiada este año en Berlín; a la rumana que ha ganado el último festival de Cannes; incluso a la china de Wayne Wang, primer premio este año en San Sebastián.
Aún sin estrenar en España la mayoría de estas estupendas películas, los pronósticos comerciales no parecen halagüeños, al decir de sus propios importadores. ¿Los jurados van realmente contra el público? ¿O es que sólo atraen las películas precedidas por lanzamientos convincentes?
Es un tópico que salvo excepciones se viene repitiendo festival tras festival: los jurados se equivocan. Hay críticos empeñados en encontrar alguna película mejor que la elegida por los jurados, y se arma la marimorena. En el último número de la revista Cahiers du Cinèma España se va más allá, y con cierta razón: los festivales españoles suelen elegir películas españolas institucionales, mientras que los festivales extranjeros rebuscan entre las creaciones de cineastas españoles que se sitúan fuera del "provincianismo estético" reinante: "La verdadera subvención estética siempre se ha movido en los márgenes". Pero si a los jurados se les ocurriera premiar las películas que "huyen del anquilosamiento", aparecerá algún distribuidor opinando que lo hacen en contra del público. ¿Pero cuántas películas se hubieran quedado en el anonimato de no ser por los festivales y sus premios?
Viene esto a cuento de un estupendo libro de Asier Aranzubia Cob, publicado por Filmoteca España, que reivindica la obra de un cineasta singular, Carlos Serrano de Osma (1916-1984), que en plenos años cuarenta se empeñó en hacer un cine de vanguardia que chocaba con exhibidores, censores y críticos. A citar, entre otras, aquella rareza telúrica con Lola Flores y Manolo Caracol, Embrujo, monumento a lo estéticamente incorrecto o descabellado, y hoy joya de coleccionistas. Nunca le dieron a Serrano de Osma premios en festivales, aunque estuvo en Cannes con Parsifal, codirigida con Daniel Mangrané, y su extraña obra no interesó a los espectadores del momento. Al cabo de los años, sin embargo, se ha convertido en una referencia cultural. ¿Hubiera cambiado su vida de haber sido premiado en algún festival?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 12 de octubre de 2007