El Turia había demostrado la fuerza demoledora de sus crecidas. Pero nunca como en la madrugada del día 13 y el 14 de octubre de 1957, cuando sus aguas inundaron Valencia en dos embestidas salvajes que sumergieron buena parte de la ciudad en el fango y la tragedia. La cifra oficial de muertos se cerró con 81 personas, pero posiblemente hubo más víctimas.
Fue una catástrofe que las autoridades franquistas no pudieron ignorar y que obligó a buscar una solución. El Gobierno de Franco recurrió a un remedio drástico. El Turia fue desterrado del casco urbano, se secó el cauce y se construyó otro a tres kilómetros hacia el sur. Valencia conmemora estos días con exposiciones y otras actividades aquella catàstrofe que cambió su historia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 14 de octubre de 2007