En el suplemento Babelia del pasado día 13 aparece un artículo de Ángela Molina titulado "América mon amour", en el que la autora, refiriéndose a la Francia que recupera su libertad tras la ocupación alemana, escribe: "... tras la liberación el nuevo Gobierno necesitó renacer y situarse de nuevo en la escena internacional, y lo hizo a través de Picasso, héroe de la resistencia y autor de una pintura sensual más acorde con la joie de vivre".
Vaya por delante mi respeto por cualquiera que participara en la resistencia francesa contra los nazis, entre ellos numerosos españoles. Para hacer algo así, para luchar por la libertad contra un invasor poderoso, hace falta valor. Ahora bien, el valor tiene grados. Yo creo que el calificativo de "héroe" corresponde al máximo nivel. Por eso me parece que conviene reservarlo para aquellas personas que, con desprecio de la propia vida, salen de forma resuelta en defensa de algo que lo exige, como por ejemplo la salvación de otra vida humana en peligro, o, como es el caso que estoy comentando, la lucha contra los que pretenden reemplazar la libertad por la tiranía.
Sinceramente desconozco lo que hizo Pablo Ruiz durante la ocupación alemana para ser considerado un héroe de la resistencia por la señora Molina. Le agradecería que me facilitara alguna pista para salir de mi ignorancia.
Por lo que sé de él, Picasso tenía un talento artístico tan grande como su ego. El descubrir que se jugó el pellejo en defensa de la libertad me haría, ciertamente, mejorar mi opinión sobre el genial malagueño.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 17 de octubre de 2007