¡Carmen! Creo que conozco el mito de Carmen de toda la vida, porque no tengo conciencia del momento en que oí por primera vez ese nombre, pero sé que fue mucho antes de haber escuchado la música de la ópera de Bizet y de conocer la historia. La historia de esa mujer libre, porque es realmente libre y honesta, aunque eso la hace también cruel, sólo sigue su instinto y jamás se deja dominar. Y al final vence muriendo, ella nunca es la víctima. Me resulta difícil pensar que hay alguien en el mundo que no sepa quién es Carmen, porque la celebridad de la que goza el mito se debe a que trata dos de las cosas más misteriosas que existen: el amor y el destino.
No soy Carmen, aunque he cantado muchas veces el personaje de la ópera de Bizet, que me resulta musical y dramáticamente muy interesante porque es diferente en cada función y hacerla ahora bajo la dirección escénica de Carlos Saura es un sueño que jamás llegué a imaginar cuando vi por primera vez su película sobre el personaje. Carmen es una mujer peligrosa y no sé si yo lo soy, pero sí tengo un poco de la libertad de pensamiento y obra que ella exhibe, aunque jamás moriría por la libertad. La vida es demasiado maravillosa y bella y además tengo uno de los trabajos más fantásticos del mundo y una preciosa hija de seis meses.
Trato de buscar, pero creo que nunca he encontrado a una mujer que sea como ella, aunque las cármenes existen y a los hombres les fascinan. Resulta difícil hallar actualmente alguien que sólo siga sus sentimientos como lo hace ella. Quizá otro mito, como el de Don Juan, sea más fácil de encontrar entre los hombres, pero Carmen no, ella es mucho más moderna y progresista que las mujeres actuales, que siempre tratan de comprometerse y aunque son más libres que en el pasado, lo son fundamentalmente en cosas materiales y no tanto en las morales.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 20 de octubre de 2007