A las ocho y pico de la mañana Francino interrogaba a Aguirre y yo pensaba que doña Espe es, para Rajoy, una Némesis al menos tan perfecta como Hillary resultó para Al Gore cuando éste fue vicepresidente mandando ella; me decía, a las ocho y un pico más de la mañana, que no me extraña que hayan acabado coincidiendo, Gore conformándose con la mutación climática y el señor Mariano, a falta de otro plan, presentándonos a la familia.
Eran ya las ocho y un poco más de pico sobre el pico -porque ya todo sucede mientras va sucediendo- cuando Aguirre dejó a los hombres de su partido hechos un despojo a fuerza de elogiarlos -les escuché crujir en la papelera de "Hoy por hoy"- y fue a por la Fiscalía por no actuar contra el racista de los Ferrocarriles Catalanes que le había puesto los vellos de punta a la presidenta de la Comunidad madrileña. Aguirre, qué grande eres, quise intervenir, pero el reloj de mi pasta de dientes marcaba las nueve y poco después Francino recibía un informe de un su periodista comunicándole por qué la fiscal no se había personado ya que el juez y... ah. Me disponía a embravecerme columnísticamente contra el juez que había puesto al agresor de la adolescente ecuatoriana en la calle con cargos... Y entonces recibí un SMS de este periódico en el que se me comunicaba que la Fiscalía había reclamado al delincuente de la patada. Era aproximadamente mediodía y varios centenares de lectores de la versión digital de este periódico habían opinado sobre el muy violento incidente, quedando en empate el agresor y la ecuatoriana.
Fue cuando me tumbé, agradecida porque esto ya no es una columna vertical, opinativa y fálica, un dedito amenazador y pedante, sino un amable rectángulo horizontal, una maja en bata, una ventana. Un top de topos un punto manta, es decir, un descanso entre tanto cronómetro.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 25 de octubre de 2007