Los Ondas ponen en orden lo que pasa en el tiempo, y esta vez han puesto su nimbo sobre las cabezas de Gemma Nierga, Eva Hache y Lorenzo Milá, entre otras figuras. Los que vemos también damos nuestros premios, y a veces damos también nuestros castigos, que para eso existe el dial de la radio y para eso está el mando (nunca mejor dicho) de la tele. Y esas tres personas están en el lado de los que nunca abandonan al oyente o al telespectador, unos pueden ir a un lado o a otro, pero jamás será porque lo que hagan no tenga los niveles de exigencia necesarios. Gemma ha hecho de La ventana un programa que se parece a ella: inquisitiva pero tierna, apasionada pero respetuosa, y los oyentes (y ahora los Ondas) la premian con una fidelidad de la que sólo son capaces los que escuchan radio. Enseña a preguntar desde la normalidad; jamás quiso estar por encima de sus personajes y nunca ha querido ser ella un personaje. Eva Hache trasladó a la tele, en un programa de entretenimiento, un desparpajo que muy pocos pueden mantener si tienen delante (o en la memoria) el corsé inevitable de un guión. El guión es una pauta; para algunos es un palo que se les atraviesa en la garganta. Eva ha diluido el palo. Y Lorenzo Milá. Reinventó la naturalidad, hizo que la gente se olvidara de la corbata como asunto de importancia, y al frente de Tengo una pregunta para usted se convierte en un ciudadano más: como los que preguntan, como los que responden. Respeta, y eso en un periodista es la expresión de un elogio.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 26 de octubre de 2007