Estuve en el Congreso de los Diputados y fue con emoción muy sentida que vi cómo los representantes del pueblo español aprobaron la Ley de Memoria Histórica. Vi el cinismo del diputado Zaplana, del PP, quien utilizó los nombres de Prieto y Azaña, quienes, como se lo recordó el diputado Labordeta, murieron en el exilio. Pero no mencionó a los dirigentes de su partido, a Fraga Iribarne, quien fue ministro del dictador Franco y quien aprobó fusilamientos, ni a Mayor Oreja, quien tiene nostalgia de su vida durante la dictadura. Tuve la sensación de que con esta ley la Guerra Civil se terminaba. También hay que reconocer que España salió fortalecida al acoger a los parias que el exilio había arrinconado. Hoy el sentimiento español de una España real, no Una ni Grande ni Libre, ensancha el orgullo de pertenecer a un pueblo que sabe asumir su historia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 5 de noviembre de 2007