Hablo desde el presente efímero,
sólo un nombre para la nada.
No se mueven mis pies
de su escalón sin horas.
No puedo ver el movimiento
de los pasos de ayer
descendiendo los pétalos
de la escalera rosa adormecida
bajo siglos que fueron apagándose. No veo
la arena jaspeada que levantan
los vientos que se han ido y no regresan
en silenciosos remolinos.
No puedo conocer
la intención de la piedra que sostiene
la pared de los templos
ni los secretos de la tumba de seda.
No conozco los signos ni las sombras
de los dioses fugaces
desvaídos en los relieves
que se rinden al polvo
aunque algún día brotó el agua.
No oigo
los vientos que lamieron
con salmos las columnas,
ni las palabras de la luz
que cada noche se despide
de los palacios y los templos
tragados o escupidos por la piedra.
En torno a su cintura, la ciudad nada siente,
sólo sueña
desde que huyó la vida
para dejar que el alba la despierte,
que la sombra la apague o que el
silencio
la pliegue para siempre
en la niebla rosada de lo no,
expandiéndose todavía
hacia otra luz o hacia lo oscuro.
¿Oye el sonido
que oyeron los primeros
ignorando que aquello,
aquel quejido,
se llamaría música?
Y ahora mis palabras
en este efímero presente que no es, me empujan
desde el espacio ignoto y luminoso
del que nada se sabe, más nos sabe,
atados como estamos
al escalón sin horas:
a la hora trece y a sus tres minutos.
No.
Julia Uceda (Sevilla, 1925) es autora de los libros En el viento, hacia el mar. 1959-2002, Premio Nacional de Literatura en 2003, y Zona desconocida, galardonado este año con el Premio de la Crítica. Ambos han sido publicados por la Fundación José Manuel Lara
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 10 de noviembre de 2007