No puede decirse que el galés Chris Coleman, el entrenador de la Real Sociedad, tenga el don de la oportunidad. El conjunto donostiarra dista mucho de ser el candidato al ascenso a Primera que se presuponía (es 13º en Segunda, a cinco puntos del descenso), el club se halla en una quiebra técnica y en negociaciones con una empresa consultora china para su adquisición, y tiene a final de mes una problemática asamblea de accionistas. Mientras, a Coleman no se le ocurrió otra cosa que acudir con una hora y media de retraso a una conferencia de prensa en Zubieta. Su retraso era tan sorprendente como su voz, ronca y débil. Lo primero, según él, era fruto "de una inundación por escape de agua en la lavadora que afectó a los vecinos del piso de abajo". Lo segundo, porque estaba "acatarrado".
Ni lo uno ni lo otro. La Real le ha expedientado por mentir en sus explicaciones. El problema es que Coleman no sólo llegó tarde a la cita con los periodistas, sino que tampoco atendió las numerosas llamadas del club a su teléfono móvil. La Real se puso en marcha tras recibir noticias de que a Coleman se le había visto en la madrugada anterior en una conocida discoteca a altas horas de la madrugada. Descubierto, Coleman ha reconocido que estaba de fiesta y que el accidente doméstico fue ficticio. Su voz tampoco era fruto del catarro, sino "de una gran pelea con el txakoli [vino blanco elaborado en Euskadi]".
El expediente está ahora en manos del Consejo, toda vez que Salva Iriarte, director deportivo, opina: "Todos somos humanos y echamos algún borrón".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 13 de noviembre de 2007