En su carta al director de 8-11-2007, Francesc M. López, subdirector del programa infantil de TVE Leonart, califica dicho programa de "espacio diario que combina, con rigor y solvencia, ciencia y arte para el público infantil". Querría decir aquí que tal afirmación sólo podía venir de alguien directamente relacionado con el programa. Una de las ventajas de residir en Bruselas es la posibilidad de acceder a las cadenas de televisión de multitud de países y comparar las calidades y enfoques de los distintos tipos de programas.
En el caso de la divulgación científica infantil, esta comparación no podría dejar en peor lugar a tal programa, que, lejos de ser riguroso y solvente o simplemente estimular la curiosidad de los telespectadores más jóvenes, insulta su inteligencia amenizando sus supuestas explicaciones con payasadas tan simples como de mal gusto, basadas en la sempiterna figura del imbécil gracioso.
Además, no explica absolutamente nada de lo que pretende explicar: la redacción de los textos supuestamente explicativos es pobre, no se adapta en modo alguno al lenguaje infantil o juvenil y se lee (o interpreta) haciendo todo tipo de gestos absurdos y a velocidad tal que no permite seguirla ni siquiera a los adultos. La filosofía pedagógica en que parece apoyarse Leonart ilustra perfectamente las causas por las que los chavales españoles ven la ciencia como algo lejano y obscuro.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 13 de noviembre de 2007