Me ha parecido muy interesante el artículo sobre las mujeres ejecutivas publicado por EL PAÍS recientemente. Interesante, pero a la vez triste porque es una realidad que no sólo afecta a las ejecutivas, sino también a las mujeres trabajadoras en general: la imposibilidad de conciliar. Tener que elegir es muy duro, después de haberse preparado una para la competitiva vida profesional, porque, y no nos vamos a engañar, por muchas satisfacciones que nos dé la familia (y me refiero principalmente a los hijos), la vida de ama casa "normal" es poco gratificante.
Soy española pero he residido por trabajo y por motivos familiares en diferentes países, uno de ellos, el Líbano. Pero para mi sorpresa, no ha sido éste sino Alemania, el país que más me ha decepcionado como mujer independiente y profesional. Quizás porque esperaba más del país conocido como el motor de Europa. En Alemania existe una presión social tremenda sobre la mujer para que se quede en casa en cuanto decide tener hijos. Y lo peor es que la presión muchas veces la ejercen otras mujeres que, te conozcan o no, mediante comentarios o solamente miradas llegan a hacerte sentir culpable, por el mero hecho de que quieras trabajar. Hasta existe un debate político interminable sobre el tema de si están mejor los niños con sus madres (pocos hombres cogen aquí el permiso de paternidad) o en las guarderías.
Creo que deberíamos ser nosotras, las mujeres, las que libremente decidiéramos si dejar de trabajar o no y el Estado, apoyarnos para encontrar los medios para lograr la conciliación entre la vida familiar y profesional. Son muchos años de lucha para ahora tirar la toalla. Y sobretodo, es muy triste que después de haber adquirido tantos derechos sigan decidiendo por nosotras. A veces no se trata sólo de ego o de dinero, si no de necesidad, otras de tener también el control y otras... que carallo, porque también nos gusta como a ellos la profesión que hemos elegido.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 14 de noviembre de 2007